Erase una vez unos niños muy apuestos que daban una vuelta
por el barrio y oyeron en una casa cercana unos gritos extraños. Entraron y
había un ladrón robando en la casa, intentaron llamar a la policía pero no les
cogían el teléfono. Tuvieron que entrar en la casa silenciosamente e inmovilizaron
al ladrón, lo ataron con cuerdas y llamaron a la policía. Arrestaron al ladrón y nombraron a los jóvenes
alcaldes del pueblo y les hicieron una estatua en medio de la plaza.
Sergio
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